Cámara

Diego Martin-Etxebarria: “Mi sueño es tener una larga carrera como director, sea de la orquesta que sea”

06-06-2017
 
El director vasco Diego Martin-Etxebarria, formado en Barcelona -cursó los estudios de dirección de orquesta en la ESMUC-, debuta este domingo 28 de mayo en el San Petersburgo, en el marco de un ciclo organizado por el Teatro Mariinsky y dedicado a los jóvenes directores que han ganado las últimas competiciones de dirección más importantes del mundo.

Diego lo consiguió en 2015, cuando se proclamó ganador del Concurso Internacional de Música de Tokyo a la categoría de dirección. El premio supuso un enorme salto adelante en su proyección internacional. Tiene compromisos en Japón hasta 2019 y se le han abierto las puertas de muchos teatros. Esta temporada también ha debutado en el Palau de la Música Catalana y en el Teatro Real como director musical. Recientemente ha sido elegido principal director residente en los teatros de ópera de Krefeld y Mönchengladbach, en Alemania.

Barcelona Clásica: ¿Te consideras un director vocacional?
Diego Martin-Etxebarria:
Mi caso es un poco peculiar porque siempre he querido ser director de orquesta, incluso antes de saber qué suponía realmente este trabajo. Y, sinceramente, no sé muy bien cómo nace este interés, dado que no vengo de familia de músicos. En algún momento, de pequeño, vi en la televisión un concierto sinfónico y me llamó mucho la atención aquel hombre que se ponía delante de 80 músicos y cómo sonaban de bien todos juntos. Muchas veces he explicado la anécdota de cuando fui a la escuela de música de mi pueblo, Amurrio, para inscribirme. Cuando me preguntaron qué instrumento quería tocar, yo dije que me daba igual porque yo lo quería era ser director de orquesta. Todavía a día de hoy, cuando voy de visita y me encuentro con los profesores de la escuela, recuerdan este hecho, felices porque mideseo se ha hecho realidad.
 
B.C. ¿Cuáles han sido los momentos clave en tu carrera?
D. M-E.
Es difícil elegir unos cuantos porque una carrera artística está llena de pequeñas decisiones y, obviamente, de golpes de suerte que te van llevando a otros estadios, quizás aparentemente más importantes pero que no hubieran sido posibles sin la decisión “pequeña”. Puestos a elegir, diría que la llegada a Barcelona para estudiar en la ESMUC fue un cambio muy importante; ganar la plaza de director asistente de la Joven Orquesta Nacional de España, donde conocí Riccardo Frizzi, un director excelente del que he aprendido mucho; el 3er premio en el concurso de dirección de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, que me dio la posibilidad de dirigir mis primeros conciertos como profesional; ir a estudiar a Alemania (primer Weimar y luego Dresde); ganar la titularidad del Akademisches Orchester Freiburg; el primer trabajo como asistente en el Teatro Real, con Titus Engel, otro gran director que me ha ayudado mucho y, por supuesto, el concurso de Tokio.
 
B.C. ¿Ha supuesto este galardón un cambio cualitativo importante en tu trayectoria?
D. M-E.
Actualmente la competencia entre músicos es durísima. Cuesta mucho encontrar un hueco en el mercado musical y creo que es debido a dos motivos principales. El primero es la falta de oferta musical: es obvio que no somos una prioridad para los políticos, que no fomentan la cultura del país y que además nos ahogan con un 21% de IVA cultural. Esto provoca que, para la sociedad, sigamos teniendo una imagen de elitismo que no ayuda a hacer crecer el público. El otro motivo es la excelente formación de músicos profesionales. Cada año salen cientos de licenciados que el mercado no está capacitado para absorber, porque no hay suficiente demanda. La competencia para hacerse lugar en los escenarios es feroz y, por ello, los concursos se han vuelto una herramienta fundamental para poner tu nombre en el mapa. En mi caso, el concurso de Tokio me ha abierto muchas puertas a nivel internacional y estoy enormemente agradecido por todo lo que ha supuesto.
 
B.C. ¿Se puede cambiar esta imagen de elitismo que aleja a la música clásica de la sociedad?
D. M-E-.
Esto tiene mucho que ver con el 21% de IVA del precio de las entradas, aunque la música clásica todavía no supera los precios de ir a un partido de fútbol, ​​y de eso no se queja nadie…, Además, el público cree que debe tener unos conocimientos previsto antes de ir un concierto. Pero yo siempre digo lo mismo: música es música; si crees que puedes ir a un concierto de Lady Gaga sin haberte leído su biografía, ¿por qué no puedes hacer lo mismo con Beethoven? Hay que ir y escuchar; y, si no gusta, tampoco pasa nada.

B.C. ¿Con qué tipo de obras y de compositores te encuentras más cómodo dirigiendo?
D. M-E.
Soy una personal muy pasional y por eso creo que es en el repertorio romántico y en la ópera donde me siento más cómodo. De alguna manera, me gusta contar historias con la música.
 
B.C. De hecho, es destacada tu trayectoria como director de ópera, los títulos y los teatros donde has trabajado. ¿Ha sido una cuestión de oportunidad profesional o de decisión artística?
D. M-E.
Mi vinculación con la ópera también tiene unos inicios peculiares. Dado que vivía en un pueblo y no tenía referentes musicales en la familia, mis primeros contactos con la ópera fueron a través de VHS y reconozco que no me sentí especialmente cerca de este género hasta que asistí a la mi primera función en directo. Fue “Fidelio” de Beethoven y cuando fui al teatro y pude ver la grandiosidad de un montaje en vivo me quedé alucinado. La cantidad de gente que trabaja a un nivel de exigencia extremo me maravilló y desde entonces quise formar parte de esta maquinaria musical.
 
B.C. ¿Te planteas una dedicación exclusiva a la ópera?
D. M-E.
Me cuesta imaginarme una vida entera haciendo solo repertorio sinfónico, del mismo modo que me faltaría algo si sólo trabajara en el foso. Al mundo de hoy le gusta muchísimo poner la etiqueta “de especialista en …”, pero, mientras sea posible, continuaré combinando las dos cosas.
 
B.C. ¿Influye el hecho de que tu pareja sea la destacada mezzosoprano Anna Alàs? Alguna vez lo has dirigido?
D. M-E.
Mi mujer ha sido fundamental en muchos aspectos de mi vida y, obviamente, su influencia ha sido definitiva para acabar de perfilar mi afinidad con la ópera. He aprendido muchísimo de ella sobre canto, necesidades de los cantantes o lied, género en el que ella es una autoridad… Nos conocimos trabajando juntos y desde entonces, afortunadamente, hemos tenido unas cuantas oportunidades más de compartir escenario.
 
 
Debut de Diego Martin-Etxebarria en el Palau de la Música con la Orquestra Simfònica del Vallès Foto: Martí E. Berenguer  
B.C. ¿Qué recuerdas de tu debut en el Palau de la Música Catalana esta temporada?
D. M-E.
Fue una experiencia muy especial por diferentes motivos. Cataluña ha sido mi segunda casa desde el 2001, cuando llegué para estudiar en la ESMUC. He asistido a muchos conciertos en el Palau como público y es muy excitante encontrarse al otro lado. Desde un punto de vista más personal, muchos familiares mis aprovecharon la ocasión y vinieron desde Euskadi, Madrid, Cantabria… Todo ello lo convirtió en una noche muy especial. Y, por supuesto, el marco estético del Palau acabó de redondear la velada. Una sala de esta belleza predispone tanto al público como a los artistas a dejarse llevar por la música incluso antes de comenzar el concierto.
 
B.C. Tienes algún director que sea tu referente? Y alguna orquesta que te gustaría dirigir en el futuro?
D. M-E.
Soy muy aficionado a ver vídeos de otros directores. Es una gran escuela y, como muchos compañeros, considero a Carlos Kleiber como un gran referente, a pesar de que soy consciente de que es absolutamente inimitable. Su manera tan poética de sentir la música, la naturalidad en el gesto y la espectacular simbiosis que tenía con las orquestas son ideas para tener bien presentes. De orquestas, siempre existen mitos como las filarmónicas de Berlín y Viena, La Scala de Milán, el Metropolitan de Nueva York… Pero, sinceramente, conociendo lo difícil vivir de este oficio, mi gran sueño es tener una carrera larga como director. Si dentro de 50 años todavía tengo la oportunidad de dirigir una orquesta, sea cual sea, habré cumplido mi sueño.

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