Òpera

Carmela Remigio, soprano: “Mozart es rock”

19-06-2017

Carmela Remigio nació en la localidad italiana de Pescara en 1973. Actualmente reside en Milán, aunque, en casos como el suyo, con numerosísimos compromisos profesionales por toda Europa, el verbo “residir” se ajusta bien poco a la realidad.

Su vida cambió radicalmente a los 18 años, cuando ganó en Filadelfia un concurso apadrinado por Luciano Pavarotti. Desde entonces, ha desarrollado una importante carrera, especialmente con personajes mozartianos. Ha cantado con las principales figuras del canto -incluido el mismo Pavarotti, con quien realizó conciertos por todo el mundo- y bajo la batuta de los grandes directores actuales, de Antonio Pappano a Gustavo Dudamel. Claudio Abbado la eligió para ser Donna Anna en una grabación de Don Giovanni para Deustsche Grammophon y, desde entonces, se convirtió en la gran especialista de este papel, en el que suma más de 350 representaciones (y otras 50 como Donna Elvira). Estos días debuta en el Don Giovanni del Gran Teatre del Liceu de Barcelona con su rol de cabecera.

Carmela Remigio. Foto: Nicola Allegri
Barcelona Clásica: Empezaste con la música tocando el violín, que es algo que otros cantantes, de Maite Alberola a Saimir Pirgu, también comparten contigo. ¿Crees que es casualidad?
Carmela Remigio: Yo creo que no. La voz del violín es muy parecida a la voz humana. El violinista tiene que entender la música como lo hace un cantante y pensar en la melodía, en cómo ligar las notas… Todo el gran repertorio para violín es cantabile. De hecho, me recomendaron empezar a estudiar canto para entender mejor el violín.

B.C. Y el violín fue tu prioridad hasta que ganaste un concurso de canto internacional que cambió tu carrera….
C.R.
Más que mi carrera… ¡Cambió mi vida! Pero, dicho esto, ningún concurso te convierte en una estrella mundial de la noche a la mañana, aunque sí me permitió acceder a varias audiciones en teatros. Y empecé a conseguir algunos papeles y conciertos…

B.C. Algunos nada menos que con Luciano Pavarotti como compañero…
C.R.
Le conocí en el concurso. Un día me llamó para pedirme que le acompañara en un recital y, desde entonces, durante 10 años, en la medida que lo permitían nuestros compromisos en los diferentes teatros, actué junto a él por todo el mundo. Fue un privilegio.

B.C. También sois varios los cantantes italianos que lo habéis tenido como maestro e impulsor de vuestras carreras: el mismo Pirgu, Eleonora Buratto… ¿Se puede hablar de una generación de jóvenes cantantes apadrinados por Pavarotti?
C.R
. Pavarotti, al igual que Plácido Domingo, con quien también he cantado, sentía un gran afecto por los jóvenes. Los grandes artistas suelen ser también personas generosas: han recibido tanto de la vida que sienten que hacer regalos a los demás es una especie de obligación. Y, muchas veces, su forma de ayudar es apoyar a los jóvenes.
 
Carmela Remigio, como Donna Anna. Foto: Marco Brescia
B.C. De todo tu repertorio, ¿podemos decir tu especialidad es la Donna Anna de Don Giovanni?
C.R. 
Sí. Creo que, contando todas las representaciones de la obra, sumo unos 400 Don Giovannis. Además de Donna Anna, canto también el rol de Donna Elvira. Eso son, aproximadamente, un centenar de Don Giovannis al año, con dos o tres producciones diferentes de la obra en una misma temporada.

B.C. ¿Qué es lo que más valoras de ella?
C.R. Es la ópera perfecta. Mozart escribió una música maravillosa, pero la obra más allá, porque la palabra que aportó Da Ponte es también espectacular. Cada texto tiene un doble, triple y a veces, hasta un sexto sentido, todo para describir perfectamente la compleja psicología de Don Giovanni.

B.C. ¿Y Donna Anna? ¿Cómo afrontas el personaje?
C.R.
En ella, lo fascinante es la ambigüedad entre la sensualidad y la reserva. Ella es una dama noble y no puede hablar de sus sentimientos, pero resulta que vive un tremendo conflicto: como para cualquier mujer, el hombre más importante de su vida es su padre, y este ha decidido con quién se tiene que casar. Sin embargo, Don Giovanni, su amante, el hombre por quien siente inclinación, mata al padre, y a ella se le cierran las puertas de vivir una gran pasión. Donna Anna está siempre escondiendo sus sentimientos al mundo.

B.C. En esta producción de Don Giovanni, las nuevas tecnologías son muy importantes. ¿Qué aportan a la obra?
C.R.
Yo creo que el director escénico es maravilloso. Ha conseguido presentar una estética muy equilibrada, que no quita protagonismo a la música, sino que la “comenta”, de forma que ayuda a entender los sentimientos de los personajes. Me gusta mucho la energía que se desprende de todo esto.

B.C. ¿Es cierto que el público joven se siente más atraído por Mozart que por otros compositores?
C.R.
¡Por supuesto! ¡Mozart es rock! Esto no sucedía en los años 50, en los que el público prefería a otros compositores, como Verdi o Puccini. Pero, hoy, las óperas de Mozart atraen a más espectadores jóvenes. Sus historias son modernas. En Le nozze di Figaro, nos habla de la lucha entre las clases pobres y las ricas. ¡Es totalmente actual! Y, en Don Giovanni, nos presenta al mito inmortal de Don Juan…

B.C. ¿No está demasiado cerca Don Juan de los hombres que acosan a las mujeres?
C.R.
No, no lo creo. Don Giovanni no abusa de ellas. Son ellas las que están fascinadas por él. Y, además, no ejerce sobre ellas una seducción física, sino mental.

B.C. ¿Qué sopranos consideras que son tu referente?
C.R.
Diría que hay 4 ó 5 que han condicionado mi manera de entender el canto y lo que se puede llegar a hacer, aunque, en algunos casos, sea casi inalcanzable. Por ejemplo, cuando vi por primera vez un vídeo de Montserrat Caballé, casi no podía creer lo que estaba oyendo. ¡Es el sonido más hermoso que he escuchado jamás! También la de Katia Ricciarelli me parece una voz bellísima. Y de Mirella Freni siempre me ha impresionado su vocalización. En cuanto a sopranos actuales, Anna Netrebko, como cantante e intérprete, es una referencia para todas.
 
Carmela Remigio y Dmitry Korchak, Donna Anna y Don Ottavio en el Don Giovanni del Liceu. Foto: Antoni Bofill
B.C. A lo largo de tu carrera has trabajo con la mayoría de grandes directores de hoy. ¿Qué has aprendido de ellos?
C.R. Con todos los directores he tenido un feeling diferente, lo que es muy interesante, porque trabajar con ellos no deja de ser como entablar sobre el escenario una gran conversación acerca de la música. Me resulta fascinante que este discurso sea siempre distinto dependiendo de la persona, pero, aun así, resulte siempre maravilloso. Ahora mismo, con el maestro Pons, hay una dinámica de trabajo muy buena. No había coincidido nunca con él, y me hace feliz vivir experiencias así.

B.C. Tu agenda se concentra sobre todo en Italia y España. ¿Por qué?
C.R
. Yo vivo en Milán y, ciertamente, prefiero no tener que viajar mucho, aunque, por mi trabajo, no me queda más remedio que hacerlo. La música es mi pasión y voy donde sea necesario, pero me siento muy bien trabajando en teatros que conozco.

B.C. ¿Cuáles han sido tus primeras impresiones del Gran Teatre del Liceu?
C.R
. Creo que es un teatro estupendo, con un sistema de organización muy bueno. El personal es tremendamente amable: desprende felicidad y buen rollo. Más que compañeros de trabajo, somos amigos.

B.C. ¿Qué haces cuando no estás cantando?
C.R.
Mi vida es cantar, estudiar y viajar. Pero también tengo otros intereses. Me gusta mucho comer… ¡Y cocinar! Hoy, por ejemplo, he cocinado pasta a la genovesa para todos mis compañeros. También adoro a los animales. Tengo dos gatos de nombres muy shakesperianos: Hamlet y Ofelia.

B.C. Después de este Don Giovanni, ¿con qué obra te gustaría volver a Barcelona en el futuro?
C.R.
No me gusta encasillarme. Limitarme a un solo tipo de repertorio me hace sentir como si estuviera encerrada en una jaula, y eso es injusto. Si tengo la posibilidad de volver, me gustaría que fuera con una ópera barroca o una obra de bel canto.
 

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