Òpera

Irina Lungu: “Yo pensaba que mi verdadero talento era dirigir personas, no mi voz”

21-09-2017
Pese a su juventud, la soprano rusa Irina Lungu ya sabe lo que es triunfar con un primer papel en los grandes teatros de ópera del mundo, del MET de Nueva York al Bolshoi de Moscú, pasando por Zurich, Tokyo o Milán. Su repertorio incluye roles emblemáticos: Lucia de Lammermoor, la Gilda de Rigoletto, la Mimì de La Bohème, la Donna Anna de Don Giovanni y, sobre todos ellos, la Violetta de La Traviata, un papel que ha encarnado en más de 150 representaciones. Pero, además de precocidad en el éxito global, el suyo es uno de esos casos que demuestran que, en el canto, tan importante como el talento es la formación y la capacidad de tomar buenas decisiones.

En los inicios de esta temporada 2017/18, llega a Barcelona para interpretar por primera vez en su carrera a la poetisa Corinna, el papel estelar de Il viaggio a Reims de Rossini.


Barcelona Clásica: ¿Cómo fueron tus inicios en la música?
Irina Lungu:
Empecé a los seis años, tocando el piano. Mi madre es profesora de piano. Hice piano y música, y luego estudié dirección de coros y empecé a trabajar como profesora de música.

B.C. ¿Todo eso, cuando todavía eras adolescente?
I.L
. ¡Sí! ¡Estaba llena de energía! Además, cantaba en un coro y dirigía a otros coros. Formé mi propio coro de niños. Es curioso, porque, aunque formaba parte de coros, no hacía de solista ni creía tener voz para ello. Por entonces, yo pensaba que mi verdadero talento era mi capacidad de organizar grupos de personas, de dirigirlos y de comunicarme con ellos.

B.C. Es interesante tu experiencia, porque mucha gente piensa que una voz extraordinaria es una especie de don innato que se manifiesta desde muy joven… ¿Cuándo empezaste a pensar en ser cantante?
I.L.
A los 18 años, conocí a mi primer maestro [el barítono Mikhail Podkopaev]. Hasta entonces, no sabía nada de ópera, pero, con él, descubrí la ópera y a los grandes cantantes.  Estudié canto en el conservatorio durante cinco años, pero he de reconocer que fue difícil. Los dos primeros años solo hacía vocalizaciones. No canté mi primera aria hasta el tercer año. Pero era lo que quería hacer. ¡Me sentía tan inspirada por sopranos como Renata Scotto o Montserrat Caballé!

B.C. ¿Y cómo empezó tu carrera?
I.L.
Mi maestro consideró que sería bueno participar en concursos de canto. Así que empezamos… e hice bastantes. El Maria Callas en Atenas, el Montserrat Caballé en Andorra,, el Tchaikovsky y el Belvedere en Moscú, el de voces verdianas de Busetto, en Italia… Conseguí algunos resultados, como el premio especial del concurso Operalia que organiza Plácido Domingo. Y en uno de esos concursos, el de Belvedere, gané una plaza para las audiciones de la academia de La Scala de Milán.

B.C. Un buen premio…
I.L.
La verdad, lo único que yo quería era cantar para Riccardo Muti, y aquella era la oportunidad. Riccardo Muti me oyó y me ofreció unirme a la academia de La Scala durante dos años. Así que me mudé a Italia. Fue un gran cambio para mí.

B.C. ¿Cuándo llegó tu debut profesional?
I.L.
Dos meses después de entrar en la academia, volví a hacer una audición con Riccardo Muti. Era para un papel secundario en una obra de Rossini, Moïse et Pharaon. Era diciembre de 2003 y yo tenía 23 años. Debió de gustarle y, a partir de esa obra, fui encadenando otros papeles, siempre con mucho cuidado: Luisa Miller, bel canto, repertorio francés… He tenido suerte. Por cierto carácter oscuro de mi voz, los teatros suelen proponerme papeles líricos, más fuertes de lo que una soprano joven suele cantar. Pero siempre he asumido roles que he sentido adecuados para mí.

B.C. ¿Cómo podéis saber los cantantes que un papel es adecuado o no para vosotros?
I.L.
Es una cuestión interesante… En mi caso, antes de aceptar un rol, yo lo pruebo e intento buscar cuál es mi tonalidad. No me refiero a saber si las notas son altas o bajas; lo que quiero es ver si puedo resultar creíble. En ese sentido, el papel de Lucia de Lammermoor ha sido muy importante para mí. Yo no soy una soprano de coloratura, pero tengo facilidad para alcanzar las notas altas. Así que intento hacer las coloraturas con acentos, porque siento que es la forma que yo tengo de sonar convincente en este papel.

B.C. ¿Qué más tienes en cuenta?
I.L.
También me fijo en qué otras cantantes han cantado ese papel y en qué momento de su carrera lo hicieron. A veces, algunas sopranos asumen determinados personajes demasiado pronto. Yo no quiero cometer ese error.

B.C. ¿Cuál ha sido el punto de inflexión de tu carrera, el que te abrió la puerta de los grandes teatros del mundo?
I.L.
Sin duda, el debut como Violetta en La Traviata de 2007 en La Scala de Milán, bajo la dirección de Lorin Maazel. Al año siguiente, volví a ser Violetta en La Scala, pero ya formando parte del primer cast y actuando en el estreno de la ópera.

B.C. ¿Y cuántas representaciones de Violetta acumulas desde entonces?
I.L.
¡Unas 150! Conozco cada palabra del papel, cada nota. Estoy tan familiarizada con ella que puedo despertarme a las 3 de la mañana cantando el papel. Así que le he dicho a mi agente que, por favor, no quiero más Violettas. Me cuesta encontrar algo nuevo en el personaje.

B.C. Entonces harás más “Lucias”…
I.L.
Seguiré haciendo bel canto porque quiero mantener mi voz en buena forma. He cantado Lucia, Anna Bolena o la Norina de Don Pasquale, pero también otros papeles más líricos, como Donna Anna de Don Giovanni, la Mimì de La Bohème, la Elvira de I Puritani o repertorio francés, que me gusta muchísimo. Cada temporada intento hacer dos debuts con nuevos personajes y, este año, uno de ellos será la Manon de Massenet, en Bilbao. El otro es esta Corinna de Il viaggio a Reims en el Liceu.

B.C. Háblanos de este personaje…
I.L. Rossini es algo nuevo para mí, pero también supone volver a los inicios de mi carrera,
porque mi primera oportunidad en La Scala, con aquella ópera de Riccardo Muti, fue justamente Rossini. Pero, a diferencia de aquel papel secundario, el rol de Corinna es un gran reto y una enorme responsabilidad. Fue escrito para una soprano absoluta, con un registro amplísimo, capaz de ir desde las notas más bajas hasta las más agudas. Exige el máximo en todo: agilidad, ligados, filati… Y, para hacerlo más difícil, mis arias solo tienen el acompañamiento musical de un arpa. No hay orquesta. Por suerte, estoy rodeada de compañeros con más experiencia que yo en Rossini, lo que siempre es muy útil y muy constructivo.

B.C. ¿Tienes pensado cuáles serán los siguientes roles en tu carrera?
I.L.
Quiero cantar más Verdi, aunque no creo que sea todavía el momento. Por ejemplo, me gustaría hacer Otello, pero puedo esperar.

B.C. Actualmente, ¿sigues viviendo en Italia?
I.L.
Sí, vivo en Milán, aunque la verdad es que estoy siempre viajando. Con suerte, solo puedo pasar algunas semanas de verano con mi hijo en la ciudad.

B.C. ¿Es fácil ser madre y, a la vez, cantante de éxito en los mejores teatros del mundo?
I.L. C
uando mi hijo era un bebé, lo llevaba conmigo. Soy una experta en conocer ciudades desde la perspectiva de los niños: los parques, las zonas de juegos, las actividades para familias… Pero ahora mi hijo tiene que ir a la escuela, así que, durante el curso, ya no puede estar conmigo todo el tiempo. Estos días hemos estado juntos en Barcelona pero, cuando empiece las clases, se irá a Milán.
 
 

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