Òpera

Una joya belcantesca a la oriental

09-07-2018

El pasado día 8 de julio se estrenó la última ópera de la temporada 2017-18 del Gran Teatro del Liceo, La favorite de Donizetti. Clementine Margaine asumió el papel de Leonor, un personaje ya conocido por ella, y Michael Spyres el de Fernand, debutando de esta manera con el papel del joven enamorado.


Se abre el telón y la ópera se inicia con una escena mística que queda completa con una gran roca negra que se irá transformando a lo largo del espectáculo y que, durante el primer acto, representa la entrada al monasterio al que pertenece Fernand, nuestro protagonista masculino.
Una vez Fernand y el prior del monasterio, Balthazar, se quedan solos en escena, empiezan a sonar las primeras notas del aria Un ange, une femme inconnue, el aria de apertura de Fernand, el tenor, que se irá recuperando a lo largo de la obra.
Michael Spyres, con una voz aterciopelada en un inicio y con unos medios tonos precisos y delicados, pareció no llegar a los agudos de manera clara, terminando el aria de una manera poco afortunada. Sin embargo, el público barcelonés lo aclamó sobremanera, sobre todo después de que el prior Balthazar, protagonizado por un fantástico Ante Jerkunica, llenara la sala con su voz, que parecía llegar del más allá y cubrir la de su compañero de escena.
Tras el infortunio de Spyres volvió a caer el telón y sonó la primera joya musical que debería servir para hacer los cambios de escena y para hacer lucir la orquesta, esta vez bajo la batuta de Patrick Summers.
La segunda escena, que teóricamente se traslada a la ciudad de León, se enmarca dentro de un cuadro que, a pesar de seguir con el misticismo inicial, marca un claro contraste con las primeras escenas, y coloca el palacio de Leonor en una isla rocosa habitada por personajes bien estrambóticos.

Aparece entonces el coro femenino bien engalanado; el vestuario femenino, diseñado por Jean-Pierre Vergier, tiene reminiscencias orientales y al mismo tiempo retro-futuristas, haciendo uso de telas estampadas y brillantes, mezcladas con unas coronas y unos recogidos de lo más extravagantes. El vestuario masculino, por otro lado, parece caer en la trampa de las ropas oscuras, siempre relacionadas con la masculinidad, a pesar de mantener las formas excéntricas y fantásticas del vestuario femenino.
Dentro de este marco colorido y extravagante se nos presenta primero Inés, personaje interpretado bellamente por Miren Urbieta-Vega y momentos más tarde la protagonista femenina, Leonor, interpretada por la mezzosoprano Clémentine Margaine.
En el dúo de reencuentro de los dos enamorados Mon ídole, Dieu t'envoie, Margaine hizo gala de su fuerza y ​​potencia en escena, procurando no comerse la voz de su compañero Spyres, que parecía ir cogiendo fuerzas pero no acababa de rellenar la escena del todo. Leonor, que esconde su identidad al joven enamorado, lo convierte en capitán de las tropas del rey para asegurar su futuro. En la cavaletta que marca el final del primer acto Oui, ta voix m'inspire, Spyres parecía tener la voz más preparada pero de nuevo no llegó con brillo en los tonos más agudos de su intervención, de un marcado carácter marcial.

Después de la segunda joya instrumental de la velada empezó el segundo acto, esta vez trasladado al supuesto Alcázar de Sevilla, la corte del rey Alphonse, protagonizado por el barítono Markus Werber. El rey Alphonse, interpretado maravillosamente por Werba, se lamenta de su situación en el aria Leonor, viens, j'abandonne, que canta solo en escena mientras espera a su querida y amante, su favorita. 

Es entonces cuando se presenta el conflicto de la ópera. Leonor, la amante del rey, es repudiada por los cortesanos capitaneados por Gaspar, el oficial del rey (Roger Padullés), pero también por la iglesia católica que en este caso es conducida por el prior Balthazar. El rey es obligado por la iglesia a volver con su legítima esposa y abandonar Leonor, amante ilegítima y por tanto mujer deshonrada.

En el preludio que marca el inicio del tercer acto aparece una nueva joya musical que hace lucir de nuevo la orquesta. Este penúltimo acto presenta Fernand vencedor en las guerras de religión con los reyes moriscos del sur de España, que es recibido en la corte del rey y alabado por sus victorias. Fernand, orgulloso y vencedor, pide al rey la mano de su amada, de identidad desconocida, que es al mismo tiempo la amante del rey. Cuando Leonor aparece en escena para presentarse ante el rey, encuentra a su amante Fernand, que no entiende la función que ella tiene en la corte del rey.

Margaine, que ya había demostrado su potencia lírica y actoral en el segundo acto, renovó las expectativas del auditorio haciendo gala de un registro amplísimo y del todo asimilado. En el aria Fernand, de votre amour, en la que el rey Alphonse da la bendición a la unión entre Leonor y Fernand, Margaine volvió a hacer gala de su fuerza, junto con Werber, que apareció como un rey digno de su corona. Spyres en cambio, a pesar de haber cogido corpulencia durante el primer y segundo acto, pareció tener la voz ensombrecida y se hacía imposible escucharlo a través de los tutti. Margaine en cambio se mostró fantástica de nuevo en su aria de lucimiento O, mon Fernand, haciendo gala de su acento perfecto y su amplio registro, tanto lírico como actoral.

Una vez presentado el conflicto y después de una maravillosa aria en la que Fernand da cuenta del deshonor de que ha sido víctima (Quel marché de bassesse!), en la que Spyres hizo gala de su personaje, trastornado por los conflictos interiores, se presentó la última joya musical de la velada, esta vez protagonizada por el órgano, para dar paso al acto final.

En el cuarto acto se recupera la escena del primero y, por tanto, también la atmósfera mística y sacra del inicio. Volvemos al monasterio donde Fernand ha renovado los votos de novicio de la mano del prior Balthazar, que lo ha recuperado del supuesto deshonor. Es en el mismo espacio donde aparece Leonor, que la ha seguido en sus últimos latidos, para pedirle amnistía y ser capaz de dejar el mundo en paz.
En la famosa aria Ange si puro, en el que Fernand confiesa todavía su amor por Leonor al prior, el tenor de llegar al famoso Do sobreagudo que, en esta ocasión, quedó en el campo-base sin posibilidad de acceder al pináculo; sin embargo, el público aclamó de nuevo al tenor como si hubiera llegado sin esfuerzo a cumlinar la nota peligrosa.

Una vez Fernand ha releído sus votos aparece Leonor en escena, enferma y desolada, para acabar encontrándose con su amado en un momento que le acabará de tomar las fuerzas vitales. En este último dúo final, lleno de ternura y pasión, Margaine y Spyres cuajaron en sus papeles, dotando a la escena de una atmósfera compungida y electrizante, sobre todo por el canto sensible de Margaine.












Fotos: Gran Teatre del Liceu

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