Critica

Guitarra, saxo y piano en El Primer Palau

11-10-2018

El pasado lunes día 8 de octubre tuvimos la oportunidad de escuchar los protagonistas de la segunda jornada de El Primer Palau, Andrea González Caballero, guitarrista que interpretó Clerch, Albéniz, Rodrigo y Jiménez Manjón y el Duo Vallès- Vera (Miquel Vallès, saxo alto, y Elisabeth Vera, piano), que interpretó Brotons y compositores americanos como Albright y Creston. En el podcast adjunto encontrará los secretos del concierto.

La expectativa era alta, sobre todo, después del magnífico concierto que disfrutamos el día 1O con el Trío Ramales y Joan Seguí Mercadal. Pero el resultado fue espléndido, con el plus de tener en el escenario del Palau de la Música Catalana dos instrumentos poco habituales en conciertos de clásica y en orquestas sinfónicas o de cámara, como la guitarra y el saxo alto. Esto añadía muy atractivo a la velada, que se caracterizó por la reivindicación de estos instrumentos “periféricos” que tienen a su alcance un repertorio mayoritariamente contemporáneo por su relativa juventud. Un concierto marcado fuertemente por dos universos sonoros bien contrastados: el hispánico en el caso de la guitarra, y el americano, en el caso del saxo alto y el piano.
 
Torre Bermeja, de Isaac Albéniz (1860-1909), es una obra llena de vivacidad y color, emotiva y llena de virtuosismo que requiere un gran dominio de los reguladores y facilidad en las agilidades, pero también solidez en el grueso armónico para sostener una melodía que necesita claridad en la interpretación. González puso el alma, y ​​tocó con el carácter que requería la pieza: preciso pero, al mismo tiempo, desenfadado. A continuación interpretó la única obra del programa que no está incluida en su disco de Naxos, las Tres piezas españolas de Joaquín Rodrigo (1901-1999). El “Fandango”, de estructura muy clara, sonó animado y con espíritu optimista, que contrastaba con la melancolía de la “Passacaglia”, con un tema lento en tono menor en que se debía tener mucho cuidado de los cromatismos. Finalmente, el “Zapateado” es un allegro muy arpegiado que sonó con un toque de gracia. El recital de Caballero se cerraba con Aire vasco, de Antonio Jiménez Manjón (1866-1919), que mostraba el momento de esplendor de la guitarra en una pieza enmarcada en el Romanticismo pero con un acento muy clásico en la sonoridad. La melodía de la segunda parte, muy bailable, sonó atractiva por parte de González Caballero, que desplegó armonías sutiles, para acabar con un pasaje virtuosístico pero en el que en ningún momento se perdió la melodía.
 
El Duo Vallès-Vera, integrado por el saxofonista alto Miquel Vallès y la pianista Elisabeth Vera, cambió radicalmente el color musical de la sala. La ternura y el romanticismo de la guitarra se veían contrastados por luz y brillo, vigor y modernidad del saxo y el piano. En una entrevista en Barcelona Clásica al mejor saxofonista bajo de nuestro país, Joan Martí Frasquier, el músico comentaba que el saxo “es un instrumento que se patentó en 1846, pero Adolphe Sax ya tenía la idea de introducirlo dentro del orquesta sinfónica y con un rol muy determinado. Durante los años en que él vivió, el saxo tuvo una muy buena acogida, pero al morir Sax, el saxo quedó olvidado. No reapareció hasta que los saxofonistas de jazz lo recuperaron y por eso no se ha terminado de consolidar más dentro de los circuitos de la música clásica”. Puede leer toda la entrevista aquí https://barcelonaclasica.info/news/ca/2018/07/23/0001/joan-marti-frasquier-quotvull-transformar-el-mon-de-la-classica-a-traves -del-saxo-baritonquot. De esta manera se entiende por qué el repertorio del Dúo Vallès-Vera es totalmente contemporáneo, aunque no se enmarca en la radicalidad sonora sino más bien en una estética muy influenciada por el musical de Broadway, con armonías extremadamente atractivas y melodías sensuales, arriesgando pero sin romper, con ritmos sincopados y sinuosas, muy a la americana.
 
Pero la primera obra que interpretó el dúo era de Salvador Brotons (1959). Ya al ​​inicio de esta sonata para saxofón alto y piano se sintió un sonido muy empastado, aunque la máxima conjunción llegaría con los americanos. Los agudos del saxo no eran nada forzados, con un sonido diáfano y sin fisuras y el piano tocó con mucha elegancia e intervino de forma especialmente interesante con la plenitud armónica que despliega la pieza. En el segundo movimiento, el piano exploraba caminos desconocidos con gran precisión y claridad en el ataque. El saxo combinaba un sonido más aterciopelado los graves con el brillo de las notas agudas, sin llegar nunca a la estridencia. La obra se cerraba con un pasaje muy demandante que incluso requería técnicas expandidas para el saxo -de una manera muy sutil.
 
William Albright (1944-1998) se iniciaba con melancolía, con la repetición de una nota que primero procedía del piano y después retomaba el saxo. Un comienzo muy lírico que se ensucia con notas arrastrándose por el teclado, al tiempo que los clavos del saxo se hacían más evidentes, pero esto no impedía seguir la bella melodía en ambos instrumentos. Los trinos eran precisos y daban un aire medievalesco a la partitura que, por otra parte, tenía una sonoridad muy nueva, para luego describir un lirismo roto por las disonancias insistentes del piano, que acabó emitiendo resonancias sugerentes. La interpretación fue apasionada y honesta, con un alto grado de conocimiento de la pieza.
 
El concierto se cerraba con una sonata de Paul Creston (1906-1985) que comenzaba con vigor, continuaba de una forma más tranquila y terminaba con un toque de alegría. En el primer movimiento, el piano debía sortear un ámbito muy amplio, tocando en los extremos del instrumento. La melodía era muy movida, dentro de los estándares de la tonalidad pero con disonancias marcadas. Las notas dobles aguantadas con el pedal de Vera fueron muy bien ejecutadas y el saxo supo encontrar el carácter sincopado que requería la pieza, en una máxima conjunción entre los dos instrumentos. A continuación llegaba la serenidad, turbada por algunas armonías disonantes. El saxo cogió los mismos temas que iniciaba el piano, y sonó abierto, luminoso y optimista. Para acabar con un ritmo claramente sincopado y simpático que desprende alegría, que hasta incorporaba elementos pop o folclóricos, muy en la línea del musical. La ejecución fue precisa y emotiva, con gran compenetración entre Miquel Vallès y Elisabeth Vera, que han demostrado que, a pesar de su juventud como dúo, pueden abordar temas complejos con una gran profesionalidad y rigor.
 
Con este tono desenfadado y cómplice con el que nos dejaron el Duo Vallès-Vera y la emotividad y vigor de Andrea González Caballero emprendemos la próxima semana el tercer concierto con el violonchelo de Roger Morelló, con obras de Cassadó y Brahms, y MazikDuo, que interpretará obras de Weinberg, Bloch y Schoenfield. Una cita que tampoco te puedes perder, el lunes día 15 de octubre a las ocho de la tarde en el Palau de la Música Catalana.



Fotos: Andrea González Caballero, Duo Vallès-Vera
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