Critica

Josep M. Colom. Música callada en un mundo ruidoso

22-01-2019

El próximo martes 29 de enero podremos disfrutar de un concierto a cargo del pianista Josep Maria Colom en la Sala 2 Oriol Martorell de L’Auditori donde interpretará Música Callada, de Mompou.
 

Intimismo sin intimidad, comunicación sin palabras, vivir juntos una aparente soledad donde expresar lo inexpresable y decir mucho sin decir nada; lo que suena cuando todo el mundo calla, la armonía insondable del silencio. Pocas obras esconden tras su aparente fragilidad una solidez de principios tan sobrecogedora como la Música callada de Federico Mompou, un verdadero posicionamiento musical ante el mundo que, no a pesar sino precisamente gracias a su impermeabilidad histórica a los esnobismos imperantes de las modas, deviene eterno y atemporal; quizá el último salpicadura de universalidad posible en nuestro mundo líquido, si no licuado, de la postmetafísica.
 
Visto de esta manera, volver a Mompou es siempre volver a una verdad construida con cuchicheos que la hacen mayúscula en su sutilidad; siempre es pertinente y necesario. Es por ello que poder asistir a la interpretación integral de la Música callada en directo siempre es una cita indispensable que trasciende la afición al repertorio pianístico, siempre y cuando se cuente con tutela de un intérprete capaz de captar este sentido. Afortunadamente, todo esto pasará el próximo martes 29 de enero en la sala Oriol Martorell del Auditori.

La sala barcelonesa programa así en el segundo recital de piano de su temporada de Música de Cámara una de las cimas compositivos de nuestra tradición, y lo deja en las manos, nunca mejor dicho, de otra figura clave de la música catalana de nuestra época, el pianista Josep M. Colom.

Colom, que en los últimos años ya hemos visto presentó su personal lectura del gran repertorio en destacados recitales en solitario, se encargará de recrear esta vez el mundo sonoro de uno de los más grandes autores catalanes de todos los tiempos (habiendo celebrado justo el año pasado el 125 aniversario de su nacimiento), en la que es quizás la obra más exitosa de su producción pianística y la más paradigmática de su universo personal.

Música callada es una declaración educada y sutil pero a la vez monumental, con aquella contundencia inigualable de las líneas rectas de un horizonte silencioso y brumoso. Inspirada en los versos de San Juan de la Cruz en su Cántico espiritual ( “La noche sosegada / en par de los levantando la aurora, / la música callada, / la soledad sonora, / la cena que recrea y enamora”), organiza en veintidós ocho piezas distribuidas en cuatro cuadernos que Mompou elaboró ​​entre 1951 y 1967.

El propio punto de partida nos sitúa en el terreno de una mística para la que el lenguaje humano no sólo se revela insuficiente, sino que es un verdadero agente contaminante de la verdad buscada, y que forzamos a través de la depuración hasta el 'ultimísimo de sus límites (ya que es imposible renunciar) porque en la última de su casi transparencia nos deje vislumbrar una verdad que finalmente es incomunicable. Se trata, pues, de un viaje al mundo espiritual, pero de un potencial universal enorme que, en su reivindicación del vacío y el silencio, conecta con desde aspectos punteros de nuestro pensamiento actual y hasta la ancestral tradición zen.

Mompou teje una obra como espejo de un proyecto vital, pero que tampoco cae en el psicologismo romántico del autor, ya que él mismo también se diluye en este proceso de depuración, observable claramente en la evolución estilística de la obra a través de sus números.

Así, los primeros nos remiten a su llamada segunda etapa compositiva, donde se establece un fructífero diálogo entre la gran tradición europea del pianismo francés (que tanto amara su producción, sobre todo de Debussy y Satie, y pese a que rechazara la filiación impresionista ) con el folclore catalán, aquellas melodías populares (que trabajó en las también célebres Canciones y danzas y que aquí recordamos en números como el 11º o el 13º) perfumadas para la nostalgia de la niñez y elevadas a la categoría de gran música culta con un tratamiento pianístico que nunca los ropa, sin embargo, su frescura, casi ingenuidad, original.

Poco a poco, sin embargo, su lenguaje se convierte progresivamente más abstracto hasta llegar en las últimas piezas a resonancias casi seriales (como en el núm. 25), en el intento musical de captar este sentido oculto de la realidad propio de su última etapa . Música callada es un viaje hacia construcciones armónicas innovadoras que nunca pierde su coherencia y sinceridad, ni cae ni en disquisiciones intelectuales ni en fronteras escolásticas que desvirtuarían el objetivo de ésta y que, por otra parte, el propio Mompou siempre fue contrario a adscribirse a ella. La malentendida timidez de un verdadero outsider que, contrariamente, tenía muy claro lo que quería decir y cómo (no) decirlo.
 
La experiencia incomparable de escuchar y, si puede ser, entender la Música callada establece una conexión profunda con su alma conducida por una escritura depurada pero en ningún caso cerebral. Su expresividad emotiva se construye lánguidamente y sin prisa (tempi usualmente lentes) a través de sus melodías elegantes (díficil escoger una …), las sutilezas dinámicas y la riqueza armónica.
 
Esta delicadeza, precisamente, convierte su ejecución en una trampa para cualquier intérprete. Se trata de saber superar su aparente simplicidad para desvelar la profundidad de su mensaje, pero a la vez sin caer en el histrionismo exhibicionista de quien quiere subrayar la dificultad de su empresa. Es, pues, un saber hacer fácil lo que es difícil aunque parezca fácil: gloriosa paradoja, como decir bien alto sin llamar, hacer callada la música callada.
 
Últimamente, esta obra fundamental ya ha recibido la visita de destacados pianistas de nuestro país que nos han regalado afortunadas versiones grabadas, y que pueden ser interesantes de revisar antes de asistir

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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