Sinfónica

Un sueño hecho música

06-02-2020

El ciclo Ibercàmera nos ha llevado uno de los que será sin duda de los mejores conciertos de la temporada. La Orquesta Sinfónica de Radio Frankfurt, dirigida por su titular, Andrés Orozco-Estrada, ofrecieron, en L’Auditori, un programa espléndido y electrizante que incluía obras de Mussorgsky, Tchaikovsky y Richard Strauss. Además, el concierto contaba con un solista de excepción: el joven violinista Fumiaki Miura. La sensación tras el concierto era de haber presenciado una obra de arte total, perfecta y exquisita.
El concierto se abría con el poema Una noche en el monte pelado, de Mussorgsky, un poema sinfónico que evoca un mundo de brujas y de ritos satánicos. El maestro Orozco-Estrada demostró un control férreo de una orquesta de grandes dimensiones, con una dirección muy precisa que conseguía que cada instrumento sonara perfectamente en su lugar. Es una pieza llena de locura desatada en que cuerda y viento iban completamente coordinados y en gran equilibrio sonoro. Quizá lo único que podríamos reprochar a Orozco-Estrada es un estilo un poco demasiado delicado y apolíneo para una obra que es toda fuego y pasión.
 
Si la carta de presentación de la orquesta había sido Mussorgsky, la de Fumiaki Miura fue Tchaikovsky, con su concierto para violín. Habíamos visto Miura la temporada anterior, junto a Varvara, y esta vez pasaba de la cámara a la sinfónica. Es un violinista con una técnica absolutamente fuera de serie, con un sonido brillante y poderoso. Así como en su primera actuación en Barcelona tocó demasiado pendiente de sacar un buen sonido, esta vez Miura ha vencido algunas reticencias y se mostró más expresivo al lado de la orquesta, en un concierto romántico muy arrebatado. Frota las cuerdas con el arco con una facilidad que tildaríamos de insultante, produce unas dobles cuerdas de afinación inmaculada, y hace que las piruetas más diabólicas parezcan sencillas. Las horas y horas de estudio sacrificado quedan del todo ocultas detrás de una interpretación fantástica. Hay que decir, sin embargo, que Miura aún debe mejorar un poco la capacidad expresiva en los movimientos lentos, ya que el Andante central le faltó un poco de vuelo.
 
La segunda parte del concierto estaba exclusivamente dedicada a Richard Strauss, con dos poemas sinfónicos: Don Juan y la suite para orquesta de El caballero de la rosa. La música de Strauss es muy rica y compleja, elaborada a partir de frases rotas y enlazadas con un gran lirismo. Dirigir Strauss no es fácil, ya que hay una gran plétora de instrumentos que hay que hacer sonar en una unidad muy diversa. El maestro Orozco-Estrada hizo sonar un Strauss lleno de matices, delicado, brillante, elegante y sensible. La cuerda era potente y tocaba con mucha seguridad, y el viento madera interpretó su parte con la máxima precisión, del todo integrado con el resto de la orquesta.
 
Las danzas de El caballero de la rosa, pero, llegaron al nivel de la apoteosis máxima. La pieza tiene un inicio espectacular con el sonido de las trompas, pero enseguida rebaja el tono a unas melodías delicadas de la cuerda. Orozco-Estrada dio un toque de exquisitez en cada frase, con un sonido envolvente que parecía que emitiera chispas de brillo. Con la finura y la etereidad de un sueño, la interpretación de la orquesta de Frankfurt incitaba al baile, un baile cortés que mutaba en una danza más salvaje, hasta el estallido final. Sin duda, el Strauss de la orquesta de Frankfurt permanecerá en nuestra memoria durante mucho tiempo. Y el maestro Orozco-Estrada, visiblemente satisfecho, pasó de Strauss a Strauss, y puso el colofón al concierto con una polka del Strauss vienés. Un sueño hecho música.

Fotos: Andrés Orozco-Estrada, Fumiaki Miura


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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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