Sinfónica

Dentro de la oscuridad de la primera mitad del siglo XX

08-02-2020

El próximo domingo 16 de febrero, la Orquesta Sinfónica Camera Musicae nos transportará a la primera mitad del siglo XX con la interpretación de dos obras clave: la Serenata para tenor, trompa y orquesta, op. 31 de Britten, que contará con la colaboración de Mark Padmore (tenor) y Pablo Hernández (trompa), y, finalmente, la Sinfonía núm. 5, op. 47 de Shostakovich. Todo, dirigido por el maestro Tomás Grau.
 
 
1943. A un lado del Atlántico, Duke Ellington subía por primera vez al escenario del Carnegie Hall de Nueva York; en el otro, una de las más grandes pesadillas de la historia contemporánea reciente llegaba a su punto culminante: el Holocausto. En medio de un mundo caótico con una sociedad perdida, Benjamin Britten componía la Serenata para tenor, trompa y orquesta, op. 31. Después de una estancia de tres años en Estados Unidos con el tenor Peter Pears, ambos amigos decidieron regresar al Reino Unido y adquirir el reconocimiento oficial de objetores de conciencia. Fue entonces cuando Britten escribió este ciclo de canciones, el tema de las cuales gira alrededor de la noche, tanto en su faceta más serena como en sus rasgos más siniestros.
 
La serenata está compuesta de 8 movimientos, dos de los cuales están constituidos únicamente por la música de la trompa solista. Con la colaboración del crítico Edward Sackville-West, Britten eligió seis poemas de épocas y estilos muy variados para el resto de movimientos. La obra se abre con el Prólogo de la trompa solista, que interpreta un solo sereno que va aumentando en potencia a medida que avanza. El segundo movimiento es la Pastoral, en el que Britten puso música a los versos de The Evening quatrains de Charles Cotton que describen el atardecer, cómo se esconden los últimos rayos de sol del día para dar paso a las enormes siluetas conformadas por las sombras de la noche. El texto del Nocturnoque viene a continuación procede del Blow, bugle, blow del poeta inglés Alfred Tennyson, donde se trata el tema de la guerra y la pérdida. El cuarto movimiento, Elegía, cuenta con el poema The sick rose de William Blake: a través de las figuras de una rosa y un gusano que a menudo se han considerado como “figuras de la humanidad”, Britten pone música a un poema que habla sobre cómo la experiencia termina apoderándose de la (hasta ahora) incorrupta inocencia. Después de la guerra y la corrupción de las almas, llega el viaje de éstas hasta el purgatorio: es lo que sucede en el Canto fúnebre, el 5º movimiento de la serenata, con la adaptación de la canción folklórica inglesa Lyke-Wake Dirge. En el Himno, Britten retorna a la oscuridad de la noche con Diana, de Ben Jonson, un poema que homenajea a la luna. El último poema lo encontramos en el Soneto, el séptimo movimiento: se trata del To sleep, de John Keats: el tenor expresa en este poema su deseo de dormirse al llegar la noche, asociando esta metáfora de la muerte a una calma y un bienestar inalcanzables con los padecimientos del día, metáfora de la vida. La serenata finaliza con el Epílogo, donde volvemos a oír el trompista solista repetir el mismo fragmento melódico del Prólogo, ahora, sin embargo, más distante: está fuera de escena, la noche se acaba.
 
1937. La II Guerra Mundial aún no ha estallado, pero algunos ya hace tiempo que viven un calvario. Es el caso de Dmitri Shostakóvich: hace un año que ha sido denunciado públicamente y Stalin no perdona. La angustia le lleva a no estrenar su cuarta sinfonía. En cambio, sin embargo, presenta la Sinfonía núm. 5, op. 47. Es una obra que constituye una vuelta al conservadurismo, la puerta abierta que le permitirá volver a ser merecedor de ser considerado un “verdadero artista soviético”: Shostakóvich presenta una partitura que contiene los tradicionales 4 movimientos, además de una plantilla instrumental de dimensiones “normales”. Sin embargo, la ambigüedad en el lenguaje de esta sinfonía vuelve a ser tan característico como lo fue la personalidad del compositor en vida. Cualquier compositor contemporáneo del realismo socialista que se vivía en aquella época tenía una única misión: mostrar la crueldad y el dramatismo de la vida para poder presentar, después, la solución a todos los problemas en la figura del Gran Líder, Stalin, con un final triunfante y entusiasmante. Shostakóvich obedece. Con la incorporación de música muy imaginativa y moderna, el compositor decide, además, incorporar alusiones a su canción Vozrozhdenije, que había escrito precisamente entre 1936 y 1937 y cuya texto (de Alexander Pushkin) trata el tema del renacimiento. ¿Cuál era, pues, el verdadero mensaje que Shostakóvich enviaba a través de su música?
 
El estreno de la 5ª sinfonía fue un éxito rotundo y recibió la aceptación tanto del público como de la crítica oficial. Ahora bien, si la intención de Shostakovich era realmente someterse al  régimen stalinista (como lo interpretaron algunos) o mostrarse como una de las numerosas víctimas del régimen (como lo interpretaron otros), nunca lo sabremos: decidir si el bien derrota al mal y celebra la victoria en el 4º movimiento de la sinfonía queda a cargo de cada uno. Es posiblemente en este debate donde radica la màgia de la incertidumbre y el misterio de Shostakóvich y su Sinfonía núm. 5, op. 47.
 
Con esta obra se acaba el viaje de la Orquesta Sinfónica Camera Musicae bajo la batuta de Tomàs Grau a través de la noche más oscura: la que cubrió el cielo del mundo en el siglo pasado. No podéis perderos este concierto si queréis conocer cómo sonava el mundo en esa época!

Fotos: Orquesta Sinfónica Camera Musicae y Tomàs Grau, Mark Padmore. 


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Loles Raventós García-Amorena
Loles Raventós García-Amorena
Redactora
@LolesRaventos