Sinfónica

Los colores de Steinbacher

05-03-2020

Sonoridades impresionistas, refinado divertimento, lenguajes fronterizos entre el hoy y el ayer, retos a los que se enfrenta el maestro Lawrence Foster en su regreso con la OBC para dirigir Montsalvatge, Szymanowski y Chaikovski el fin de semana del 20 de marzo en el Auditori dentro del Barcelona Obertura Spring Festival, con obras clave del repertorio sinfónico y con una perla: el violín de Arabella Steinbacher.
 
En Desintegración morfológica de la Chacona de Bach, Montsalvatge hace un intento exitoso de reestructuración de la famosa Ciaccona de la segunda Partita en re menor de Bach, con un previo desmembramiento armónico, tonal y dinámico en la búsqueda de imágenes sonoras inéditas que se enmarcan dentro de una estética radicalmente nueva pero, al mismo tiempo, siguiendo los cánones postimpresionistas, con una página de gran riqueza tímbrica y de color, que se sumerge en diversas atmósferas, que se van sucediendo entre un solemne inicio y un final de fuegos artificiales, aunque su telúrico arraigo a la genuina realidad de la partitura, por “penetrar dentro del misterio vivo y actual que parece latir en toda la música de Bach”. Este ferviente homenaje es de un profundo esencialismo en un momento de toma de conciencia de una identidad catalana muy maltratada desde la posguerra, y de diálogo entre las artes, para desarrollar una especulación artística que muestra la creatividad y el criterio de libertad de Montsalvatge.
 
Steinbacher interpreta el Concierto para violín y orquesta, núm. 1, op. 35 de Karol Szymanowski en un equilibrio entre lirismo y fogosidad, con una técnica finamente pulida y una bella y variada paleta de timbres, al tiempo que presenta una transparencia sonora que deja entrever todos los matices de una página que respira un aura poética netamente sugerente, con expresividad y colorido y nuevas técnicas compositivas, sin perder el gran valor de la música: la melodía. Es un concierto que ha permanecido como referente del violinisme, con una extraordinaria originalidad para la atmósfera que crea y la contención emocional que se vislumbra pero, al mismo tiempo, el sufrimiento, el apasionamiento, la extatisme, la magia, las imágenes sonoras: fantasía y erotismo.
 
El nombre de la Sinfonía núm. 3 en Re mayor, op. 29 “Polaca” de Tchaikovsky se debe a los ritmos polacos del movimiento final, fresco, incluso frívolo, pero delicioso. La obra hace una alusión al siglo XVIII presentándose como un divertimento con elementos mozartianos, aunque Tchaikovsky aclaró que era “más pretenciosa que un divertimento y menos grandiosa que una sinfonía”, dejando la obra en suspenso al ‘intersticio de ambos géneros en un concierto en la bisagra entre dos mundos.

Foto: Arabella Steinbacher

 


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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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