Critica

Mateo sin pasión

12-04-2019

Cuando en 2003 salió al mercado el doble CD de la Pasión según Mateo que Paul McCreesh grabó con sus Gabrieli Consort & Players nos sorprendió muy gratamente su propuesta innovadora. McCreesh partía de los planteamientos aún no rebatidos de Joshua Rifkin donde una única voz interpretaba cada parte del coro; por tanto una versión casi camerística muy alejada de todo lo que conocíamos hasta entonces. Los tempi ligeros y la claridad de texturas favorecían entonces una interpretación ágil, fluida, luminosa y detallista, secundada con unas voces implicadas como el extraordinario Evangelista de Mark Padmore o una expresiva Magdalena Kožená en la parte de contralto.

Los planteamientos de McCreesh-Rifkin funcionan por tanto si se disponen de un grupo de voces con la suficiente amplitud para llevar a cabo una detallista interpretación de la gran partitura de Bach, aspecto que lamentablemente no se tuvo en cuenta en el concierto del miércoles en el Palau de la Música, con unos protagonistas que no fueron más allá de una discreta corrección. Tampoco la orquesta tuvo una prestación muy satisfactoria, con varios momentos titubeantes. Las sonoridades poco pulcras y ásperas ya afloraron en la primera intervención, el imponente coro inicial a tres partes del que inexplicablemente se eliminó la prestación vocal del coral “O Lamm Gottes unschuldig”, que simplemente estuvo interpretado por un dos órganos positivos. Puede parecer un dispendio contratar una soprano para cantar sólo este coral, pero no deja de sorprender que en una versión tan intencionadamente fiel a la partitura original se silenciara esta magnífica parte.
 
La primera voz en aparecer en solitario fue la del tenor inglés Nicholas Mulroy como Evangelista, una voz de timbre agradable pero limitada en los registros extremos de la tesitura, aspecto que limitó una expresión más profunda de su extenuante parte. Mucho más importante nos pareció la voz de su compañero del coro segundo, el también inglés Jeremy Budd, quien tuvo una buena interpretación del aria de tenor nº35 “Geduld!” Con un gran acompañamiento del violonchelo de Lucile Perrin, de gran virtuosismo y clara articulación.
 
Tampoco el barítono James Newby nos pareció una voz adecuada para la larga y dramática parte de Jesús, donde sería deseable una vocalidad de más rotundidad. El barítono interpretó también las dos arias para bajo de la segunda parte, donde todavía se encontraron más evidentes las carencias de su voz. Por su parte, Stephan Loges en el segundo coro dio vida a Judas y Pedro, cantando también el aria para bajo de la primera parte; voz de timbre no muy agraciado y con un exceso de vibrato.
 
Quizás la voz más destacada de las ocho que formaban el conjunto de doble corazón fue la de la soprano Anna Dennis, con una buena proyección que la diferenció entre sus compañeros, consiguiendo una gran interpretación del aria nº49 “Aves Liebe”, secundada por la cuidadosa la flauta de Georgia Browne y unos no muy acertados oboes (en este episodio, da caccia), de una articulación confundida y unas sonoridades poco encantadoras, un aspecto que se repitió demasiado frecuentemente durante toda la velada, con niebla grandes momentos de la partitura bachiana.
 
La mezzosoprano Helen Charlston sustituyó a la inicialmente prevista Anna Stephany. Voz agradable pero de escasa proyección que no llegó a emocionar en las mejores páginas de la obra, donde parece que la voz de contralto motivó la mayor inspiración de Bach. Su famoso “Erbame dit” no fue más allá de la simple corrección en la voz de Charlston.
 
No recordamos un director de orquesta que como McCreesh dejara gran parte de la obra a la libertad de cantantes e instrumentistas, quedando él mismo en una inactividad exasperante, escuchando inmóvil. Somos conscientes de que los secos y espartanos pentagramas de la piadosa obra de Bach no permiten en algunos momentos grandes elucubraciones desde la batuta, pero echaremos una mayor implicación del director inglés, en una obra larga donde el discurso dramático decayó con demasiada frecuencia.
 
 

Foto: Paul McCreesh

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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